martes, 31 de agosto de 2010

Policía, Adjetivo

Politist, adjectiv
Corneliu Porumboiu

Crítica de Ornella Francescato





Título ogirinal: Politist, adjectiv
Dirección y Guión: Corneliu Porumboiu
País: Rumania
Año: 2009
Intérpretes: Dragos Bucur, Vlad Ivanov, Irina Saulescu, Ion Stoica, Marian Ghenea.
Fotografía: Marius Panduru.



Policía, adjetivo narra la historia de Cristi, un policía que se enfrenta al aparato burocrático estatal y a los juegos del lenguaje.



Cristi se encuentra investigando un caso de un joven que es acusado por su amigo de vender drogas. Un largo trabajo de seguimiento lo lleva a la convicción de el acusado es un simple consumidor, y busca probar su inocencia para poder posar su mirada en un caso más importante.

¿Cómo oponerse a una burocracia conformada luego del largo mandato del personalista Nicolae Ceauşescu? ¿Cómo mostrar disconformidad ante un cuerpo de empleados públicos entrenados en un procedimiento rígido y sin mayor compromiso que el de seguirlo al pie de la letra sin mirar atrás? Cristi espera que las ráfagas de cambio que hace tanto han pasado por Europa lleguen a su Rumania natal. El castigo a un estudiante no le parece justo si no puede llegarse a la red de narcotráfico que sigue en las sombras. Al mismo tiempo, el protagonista augura el cambio de la ley absurda que castiga a los consumidores y que persiste sólo en las legislaciones más atrasadas del viejo continente.

Aunque pretenda llamar a Bucarest la pequeña París, tanto la capital rumana como Brasov, el pequeño pueblo de donde se desarrolla la historia, están lejos de serlo. Mirando al mundo desde una perspectiva de copia más de que camino a seguir, los rumanos de Policía, adjetivo miran con ojos encandilados a la Europa occidental.

La historia se narra con una simpleza y economía de planos, apoyándose en un sonido ambiente que acompaña la soledad de la tarea del protagonista. La cámara testigo, y los largos planos secuencias en tiempo real siguen la empresa de Cristi. El mirador mirado, revela su atención expectante, sus comidas, los rodeos en la comisaría.

Se desarrolla en pocas locaciones, la esquina de la casa del joven vigilado, el jardín donde se reúne con sus compañeros a fumar hachís, y la comisaría en que Cristi trabaja. La cámara emplazada en esa esquina nos posiciona en un rol de cazador furtivo, que al igual que el protagonista, espera observando hasta el más mínimo movimiento de su presa, sin quitarle la atención de encima.

Cristi y su lenguaje son corregidos de distintos ámbitos. En su casa, su esposa, profesora, corrige sus informes, el lenguaje cambia, y la Academia Rumana se encarga de reglar el habla de los rumanos. En el trabajo sucede lo mismo, la tiranía es la tiranía de las formas del habla, el Jefe de policía reprende a Cristi por su negación a arrestar al joven haciéndolo leer un diccionario y exponiéndolo en su imprecisión al definir palabras: conciencia, ley, policía.

En palabras del Jefe:

Muchachos, ¿saben que estamos haciendo aquí?
Dialéctica, que es como lo llaman. ¿Saben lo que eso significa?
Averiguar la verdad…

Cristi es un solo policía, no está capacitado para cuestionar la ley ni para actuar por motivación propia para evitar cargos de conciencia. Para trabajar en la policía debe dejar de lado sus convicciones morales para llevar a cabo una verdad, la verdad de la ley.

Las metáforas son usadas por los cercanos al protagonista como una forma de encaminarlo. Los juegos del lenguaje actúan tal como el pasillo de la comisaría en la que trabaja, un camino recto y sin desviaciones, pero del que él necesita salir con el fin de lograr una conciencia tranquila.

Las palabras se manifiestan también en los informes, narrados a mano y a la vista de la cámara que se acerca a hacerlos públicos. La vida de Cristi en su trabajo, plasmada en cuadernos que son leídos por sus superiores.

Si bien Cristi cede ante sus presiones, se vislumbra en su persona una pequeña fisura. Policía, el sustantivo imponente en las sociedades de control cede su lugar a la persona sensible que sigue los vientos de cambio, para convertirse en su adjetivo.

         

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