miércoles, 18 de agosto de 2010

Última Parada 174

Ultima Parada 174
Bruno Barreto, 2009

Crítica de Eugenia Ludmer





Título: Última parada 174.
Año: 2009
Género: Drama.
País: Brasil
Dirección: Bruno Barreto.
Guión: Braulio Mantovani.
Reparto: Michel Gomes, Cris Vianna, Marcelo Mello Jr., Gabriela Luiz, Ana Cotrim, Tay Lopez, Vitor Carvalho, Jana Guinoud.


Última Parada, 174, dirigida por  Bruno Barreto y con guión de Braulio Mantovani,  conocido por su  trabajo en la inolvidable Ciudad de Dios, cuenta la historia de Sandro, un chico de la calle que sobrevivió a la matanza de 8 niños por parte de la Policía en la puerta de una iglesia de Río de Janeiro. Años más tarde, en 1993 Sandro, desesperado y ya sin mucho que perder, toma 12 rehenes durante 5 horas en la línea 174 de la ciudad brasileña, suceso que acabó llevándolo a la muerte.

 La película cuyo puntapié inicial fue el documental realizado por José Padilha, invita a dar un paseo por un mundo despreciado y prejuiciado, nada menos que el de la marginalidad. Pero desde un lugar distinto: Barreto logra sumergir al espectador en la piel del “bandido”, haciendo aparecer las drogas y el robo, como experiencias inevitables y hasta necesarias en una vida marcada por el abandono.

 Sin demasiados diálogos al comienzo, el filme pone sobre el tapete cuestiones interesantísimas: la primera experiencia sexual, el amor, la adicción, el delito, la ley, el asistencialismo, humanizando la más temida de las figuras de Occidente: el delincuente.

 Con algunos flashbacks y la misma música instrumental a lo largo de toda la pieza, el director impone la reflexión sobre el problema de la búsqueda del yo. Y es que  Sandro, obnubilado por su adicción, está dispuesto a usurpar identidades.

Utilizando recurrentemente el símbolo del Cristo redentor y varias tomas panorámicas de la espectacular ciudad del carnaval, Última parada, plantea el temor a la autoridad policial por parte de los niños que viven en la calle. Chicos que atraviesan cotidianamente situaciones de peligro, para los que las armas hacen de juguetes, tienen un temor reverencial  a  las instituciones que deberían protegerlos. El realizador se encarga de comunicar esta paradoja con el recurso permanente del primer plano, herramienta que permite captar perfectamente la expresión de terror del rostro del personaje principal.

 Con el escenario de la calle como telón de fondo, Barreto deja entrever una notable capacidad para cruzar personajes e historias. Los protagonistas se encuentran en sitios insospechados, circunstancia que da una gran riqueza narrativa a la película.

 Los cambios de clima, a través de la cámara lenta, el blanco y negro, o la irrupción de un rap callejero, son el  elemento distintivo de última Parada. Plagada de escenas cortas la obra pasa de secuencias de ternura absoluta a la violencia más cruel. Así, la agresividad y el amor parecen ser  emociones recurrentes en la vida de Sandro.

 La cámara en mano aparece con frecuencia, otorgando cierta desprolijidad a la pieza audiovisual. Este elemento,  sumado a brillantes actuaciones y  a un guión que parece haber sido escrito con los  códigos de la favela, subrayan el realismo de un universo que existe, pero al que todos prefieren dar la espalda. Así Bruno Barreto demuestra que es posible hacer ficción mostrando la cruda realidad.

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