Hugo Musterberg (“The Photoplay”, 1916) concibe al cine como un proceso mental.
Aparte de la cualidad básica del movimiento, los primeros planos y los ángulos de cámara existen no porque las lentes y las cámaras los hagan técnicamente factibles, sino por la misma forma de trabajar de la mente: la atención. No solo la mente vive en un mundo móvil, sino que organiza ese mundo por medio de la atención. La imagen móvil no es un mero registro de movimiento sino un registro organizado de la forma en que la mente crea una realidad significativa.
Munsterberg confronta las operaciones mentales de memoria e imaginación que van más allá de la simple atención, para dar a este mundo un sentido, un impacto, una dirección personal. Las propiedades fílmicas que responden a estas operaciones mentales son las diversas clases de montaje, que otorgan al movimiento, al trabajo de cámara, una dirección dramática y una organización.
En el nivel mental superior están las emociones, que son quienes deben organizar las energías y la actividad de la mente. El aspecto cinemático que corresponde a la emoción es el relato mismo, la unidad superior o ingrediente conseguible en este arte narrativo y el que dirige todos los procesos inferiores del cine.
Para Munsterberg el cine es el medio expresivo no del mundo sino de la mente.
Extraído de: Dudley Andrew “La Tradición Formativa” en Las Principales Teorías Cinematográficas, Rialp, 1993.
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