viernes, 27 de mayo de 2011

Mirar a los ojos

El personaje se dirige hacia alguien: el espectador, lo mira, le habla desde la pantalla, queriéndolo hacer participar del hecho. Intenta un gesto de interpelación: llama para que intervenga a alguien afirmando que lo reconocen y pidiéndole que se reconozca como su propio interlocutor inmediato.



Proponen la apertura al único espacio diferente, al único fuera de campo que no puede transformarse en campo, la sala que está frente a la pantalla, porque llegan a producir un desgarro en el tejido de lo ficcional.

Es un punto de interdicción porque desvela aquello que está callado, invade un espacio separado, rompe una trama que debería permanecer intacta, las miradas y las palabras hacia la cámara se perciben como una infracción de una representación o narración fílmica.

La enunciación es la base a partir de la cual se articulan personas, lugares y tiempos del film; ella ofrece el punto cero (su quién, dónde y cuándo) respecto al que se distribuyen las diversas partes del juego.


Hay al menos un elemento que remite a la enunciación y a su sujeto y que no abandona nunca el film: se percibe en la mirada que instituye y organiza lo que enseña, en la óptica que delimita y dispone el campo, en la posición de la que se sigue lo que cae bajo la vista; en una palabra el punto de vista desde el cual se observan las cosas.

(*) Extracto de "El film y su Espectador" de Franesco Casetti.


Ejemplos de enunciación e interpelación al espectador:

"Arroz Amargo" de G. de Santis (1949)
"Sin Aliento" de J.L. Godard (1960)
"Juegos Divertidos" de M. Haneke (1997)
"Las Lágrimas del Tigre Negro" de W. Sartsanatieng (2000)
"Si la Cosa Funciona" de W. Allen (2009) 

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